martes, 5 de mayo de 2015

TRANSEXUAL EN HONDURAS: CON LA MUERTE EN LOS TALONES


“Está dura, ¿la botamos o la troceamos?”. Estas fueron las últimas palabras que, medio inconsciente, escuchó la hondureña Alejandra antes de que echasen su cuerpo por un barranco. A sus 34 años, explica a EL PAÍS su historia y su pecado: ser transexual. Ahora vive en Madrid, el Gobierno le ha concedido el estatuto de refugiada, trabaja de limpiadora y dice tener una pareja que la quiere, aunque ella sigue desconfiando de todo lo que le rodea.
No puede olvidar la frase: “Esta dura, ¿la botamos o la troceamos?”. La dijeron los mismos hombres que la secuestraron, según su relato siguiendo órdenes de la policía, por el hecho de ser una conocida luchadora por los derechos de los transexuales. Pensaron que había muerto tras las duras torturas recibidas.
“Cuando descendía violentamente, con las manos y pies atados por el barranco quisieron rematarme con varios disparos, pero estaba viva”, explica Alejandra desde el Centro de Acogida de CEAR (Comisión Española de Ayuda al Refugiado). Pero en esos segundos de desesperación pudo recordar cómo una noche un grupo de cinco hombres tiraron la puerta de entrada de su casa y la anestesiaron con un algodón que le introdujeron en la boca.
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