martes, 17 de mayo de 2016

VICTORIA YA NO QUIERE HACER TEATRO.

Victoria ya no se resigna, ha decidido que no quiere seguir haciendo teatro. Antes era Diego. Ahora quiere ser feliz. La transexualidad es la conciencia de sentir pertenencia a un sexo que no te corresponde. Victoria Domínguez Fernández es una joven gijonesa de diecinueve años que trabaja como peluquera en un centro de estética de la ciudad. Después de toda una vida luchando contra sí misma ya no quiere seguir huyendo hacia delante. Desde enero afronta el proceso de cambio de sexo que inició con una terapia de sustitución hormonal y que concluirá con una complicada, y costosa, operación en el quirófano.
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Victoria nunca tuvo el recuerdo de sentirse un hombre, ni cuando era Diego. Desde muy pequeña tenía claro que su cuerpo no correspondía con su identidad. “En mi infancia nunca quise vestirme de chico, ni quería tener amigos. Cuando mi abuelo me llevaba a un quiosco no me lanzaba a por el balón de fútbol, como el resto de niños. A mí me gustaban las sombras de ojos y las coronas de princesas”, explica.

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domingo, 15 de mayo de 2016

GUILLE E ISAAC Y LA BATALLA POR LA IGUALDAD

Guille e Isaac no se rinden nunca. Son un ejemplo de vida. En España se sigue considerando la transexualidad como una enfermedad mental, restringiendo sus libertades. Pero a ellos nadie los silencia y no piensan bajar los brazos. Ahora tienen ante sí una nueva batalla, quizá la más importante de sus vidas, la de la igualdad. Y no piensan acudir desarmados, su escudo está forjado con cada injusticia, rechazo y negativa. El sábado 19 de marzo el colectivo XEGA se manifiesta en Gijón reivindicando sus derechos y exigiendo una nueva Ley Estatal más justa.
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Guillermo e Isaac tienen una enorme complicidad, quizá porque ambos conocen el sufrimiento que se esconde detrás de sus historias. Isaac Rodríguez Rodríguez tiene 23 años y un auténtico armazón en su corazón. Su infancia no aparece en las películas de Disney. El 25 de marzo de 1992 su madre dio a luz dos niñas gemelas. Ana, su hermana, y él, que por entonces era ella, vivieron hasta los ocho años alejados de sus padres, con sus abuelos. Tampoco fueron fáciles sus primeros años en el colegio. “Cuando era chiquitín iba a un colegio de monjas, tenía que ir de uniforme con una falda de cuadros. Hasta que tenía 6 años me daba igual lo que me pusieran. Luego todo se empezó a hacer más difícil. Con siete u ocho años ya me daba cuenta de que algo no encajaba. Veía a los niños de mi barrio, Pumarín, y decía yo quiero ser como ellos, pero no podía”, asegura.
A su derecha escucha cada palabra con atención Guille. Guillermo Fernández Montes tiene 19 años y es estudiante de química en Oviedo. Él tuvo la suerte de encontrar en su madre su mayor apoyo. “Yo, en cambio, no fui a un colegio religioso y tampoco tuve que ponerme uniforme. Mi madre siempre me dejó poder vestirme como quería”, afirma.

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